24 junio, 2025

El abrigo rojo

 

Imagen superior izquierda de Schindler´s List (1993). Resto de imágenes, collage del autor con fotografías de la realidad que impera en Palestina y Medio Oriente. Créditos a quien corresponda. 


Sin temor a equivocarme, una de las escenas más emotivas y dramáticas de La lista de Schindler (1993) es aquella en la que una niña judía con un abrigo rojo recorre las calles. La película, presentada en su totalidad en blanco y negro, resalta únicamente el color de ese abrigo en las escenas donde ella aparece.

Schindler’s List fue dirigida y coproducida por Steven Spielberg, con Liam Neeson en el papel de Schindler y Ralph Fiennes como el oficial de las SS. Si algo tienen en común las películas de Spielberg sobre la Segunda Guerra Mundial es su constante enaltecimiento del pueblo judío -por razones comprensibles- . Sin embargo, su jugada maestra, en mi opinión, fueron esas breves pero poderosas escenas de la niña del abrigo rojo. Dicen mucho sin pronunciar una sola palabra.

Independientemente de los múltiples análisis que se han hecho sobre la película, para mí, la imagen de esa niña representa la infancia robada por las tropas del pintor austriaco; una clara alusión al sufrimiento que vivieron entonces los niños judíos, y al destino final de esa pequeña figura que camina sola entre el horror... Y la historia se repite.

Hoy, casi en tiempo real, podemos atestiguar las atrocidades que el ejército de Israel comete contra los palestinos, en especial contra los niños. Los mayores ya han entendido que pueden morir en cualquier momento. Han perdido el sueño de llegar a ser adultos, porque una bala o un misil puede cortarles la vida en un instante. Los más pequeños -de tres, cuatro o cinco años- viven bajo un trauma constante: el estruendo de los bombardeos y el zumbido mortal de los drones. Según las declaraciones de algunos políticos del Estado de Israel, esos niños son el enemigo, y no deben vivir para no convertirse, algún día, en potenciales vengadores.

Me avergüenza que la mayoría de la gente pase de largo ante esta atrocidad. Que permanezcamos inmóviles, envueltos en la indiferencia, asumiendo que no hacer nada no tiene consecuencias. Tiempos desafortunados los que vivimos. Aun así, puedo mirar a mis hijos a los ojos con dignidad, aunque sé que es poco lo que puedo hacer para aliviar la tragedia que viven los niños palestinos y sus familias.

Si eres de los que piensan que no se puede hacer nada, yo te digo que SÍ SE PUEDE. En el enlace de abajo encontrarás una página con herramientas para ejercer presión a los representantes de nuestro gobierno, para que actúen de inmediato. Es indispensable manifestarles que exigimos sanciones a Israel y el fin de toda complicidad. Gracias por haber llegado hasta acá.

Es cuanto.


#SancionesAIsrael
#sancionesaisraelya
#Palestina
#PalestinaLibre
#FreePalestine

12 junio, 2025

Casa Damasco, de Maruan Soto Antaki

Cuando tomé este libro no tenía expectativas claras sobre su contenido. Sin embargo, al pertenecer a la colección de Alfaguara, supuse que sería una lectura provechosa. El resultado, en mi opinión, se parece a elegir en el supermercado un limón de aspecto perfecto: brillante, terso, prometedor… pero al cortarlo y exprimirlo, el jugo no fluye. Así me dejó Casa Damasco: con la sensación de algo prometedor que no me termina de convencer.

No diría que está mal escrito; al contrario, tiene una prosa correcta, aunque por momentos los pasajes en tercera persona me resultaron soporíferos. Había fragmentos en los que la voz de la protagonista, Wissam, emergía con más fuerza. Maruan nos sitúa: Wissam es una mujer mexicana con ascendencia siria, atada por lazos de sangre a un país lejano que atraviesa una guerra brutal. Viaja a Siria para tratar de resolver asuntos pendientes con su familia materna. A veces, las relaciones familiares se desgastan por heridas no sanadas, por silencios, por distancias físicas y emocionales. Cuando la comunicación falla y el tiempo transcurre sin contacto, las familias pueden convertirse en desconocidos… o peor aún: en desconocidos indeseables, cuyo único vínculo real es la sangre.

La historia transcurre en pleno conflicto bajo el régimen de Hafez al-Ásad, en una Siria devastada por la guerra civil, cuyas secuelas aún persisten. El libro llegó a mí en un momento en que me siento profundamente indignado por lo que ocurre en Gaza: el genocidio que el Estado de Israel perpetra contra el pueblo palestino, mientras tantos lo ignoran o prefieren no mirar. Eso es lo que más duele: la ceguera voluntaria, el desinterés frente al hambre, las bombas, los disparos de francotiradores. La gente de aquí dice “no se puede hacer nada”, pero sí se puede, solo hay que encontrar los modos, aunque no sean fáciles. A veces nos indigna más la derrota de nuestro equipo de fútbol que la sonrisa de una niña a la que un médico le ajusta el vendaje en lo que solían ser sus piernas.

Aunque la prosa de Maruan Soto Antaki no logró cautivarme del todo, Casa Damasco me dejó un sabor amargo, el de saber que, en algún otro lugar del mundo, hay gente que sufre, que llora, que busca entre los escombros los nombres de sus muertos. Ese sabor persiste, como una verdad que no podemos -ni debemos- ignorar.


#elkindledemoro